Cuando ya me empiece a quedar solo
No entiendo qué hago escribiendo acá porque me subí con la calesita andando.
Se me ocurre que tal vez es tiempo de plantearme cuando ya me empiece a quedar solo. Esa canción de Sui Generis pertenece al álbum Confesiones de Invierno, de 1973. Charly García y Nito Mestre tenían 21 o 22 años. Pichones de monstruos. Demasiado existencialismo para esa edad.
Quedarse solo se vive como un drama porque es aislarse, ser olvidado, quedar afuera de lo que es el ahora. Más relacionado con el pasado que con el presente. Y, necesariamente, por definición es una sensación que no se puede compartir con otro mientras se la vive.
Bajando dieciséis cambios para quitarle drama a esto: pasanara. Cuando me junto con mis amigos del grupo literario Los Choris, a veces hablamos de lo que pasa en el chat grupal. Aclaramos, ampliamos, explicamos, repasamos. Le damos una vuelta de rosca a un tema y nos reímos de nuevo. El año pasado nos fuimos de viaje a Azul. Paramos en el casco de una vieja estancia que ahora es un hotel. En un momento en que me distraje, no sé si cocinando o qué, me perdí el origen de “pasanara”. Alguien dijo algo, todos se rieron. Lo repetían, lo modificaban y se reían más. Luego la expresión fue mutando hasta que quedó. En la medida en que ellos sintonizaban yo me quedaba sin antena. Era una palabra inventada para usar de alguna manera en algún momento que no pesqué. Y quedé afuera. Quedé afuera por el resto del viaje, en los días posteriores tratando de usarlo en el chat y pifiando y, ahora mismo, que este coso se llama así.
Si tenés que pedir que te expliquen algo de una jerga nueva es reconocer que ya te estás por caer del mapa. Una especie de calvicie verbal que se empieza a manifestar con síntomas leves al principio y que se hacen más evidentes con los años. Preguntarle a la gente y, sobre todo, a los más chicos es empezar a completar el certificado de defunción de uno mismo.
No vi ningún episodio entero de Friends. Me parecen unos bobos, perdón. Sé que estoy solo en esta. No es culpa mía, ni de ellos. No entré cuando tenía que entrar porque andá a saber en qué andaba. Tampoco vi demasiado a los Simpsons. Con el tiempo aprendí que, si hay una situación en la que se cita un episodio de los Simpsons o algo que pasó en Friends, es mejor fingir entendimiento. De ninguna manera hay que pedir la explicación. Hay que reírse, que sea moderado, mirando a los costados buscando complicidad o llevarse las manos a la boca según lo que hagan los demás y decir “seee” moviendo afirmativamente la cabeza lentamente.
En el secundario (colegio católico en plena dictadura) hubo dos clases de educación sexual y falté a la primera por una tos o una fiebre. Nunca más agarré el tren de lo sexual. Era mi sensación. Esas clases las dieron los catequistas, pero durante mucho tiempo le eché la culpa de todo a esa falta inoportuna.
Darse cuenta de que estás empezando a quedarte afuera en serio es como la primera vez que advertís que estabas con la bragueta abierta hace media hora en el bondi. Si todavía no te pasó, no te preocupes porque es inexorable como la caída de los alfajores en esas máquinas de cintas continuas que se veían en la costa. Si tenés la edad suficiente vas a entender la referencia. La tierra es plana. En algún momento nos vamos a caer del mapa.
Tampoco me gusta Friends