Por Martín Kunik
Repetir. Repetir y hablar. Repetir, hablar y no decir nada. Repetir, hablar y decirlo todo. Obsesionarse. Darle una vuelta más. Obsesionarse con el lenguaje. Con el contorno del lenguaje, con sus límites. Eso es lo que hace Mario Montalbetti en su poesía. Nació en Lima en 1953 y es profesor principal de Lingüística en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Tiene once libros de poemas publicados y ocho de ensayos sobre poesía y lingüística. En Argentina solo se podían encontrar pocos de esos libros en diferentes editoriales. En noviembre de 2023 las editoriales Mansalva y n direcciones lanzaron en conjunto Lejos de mí decirles, poesía reunida 1978 -2018, donde descubrí que su mayor producción poética se concentra a partir de la década del 2000.
La obra de Montalbetti está llena de obsesiones y de humor. Y de recursos poéticos, claro. Hoy, acá, me quiero concentrar en el recurso de la repetición. Lejos de la moda de usar la repetición para afianzar una idea, para llamar la atención al lector, él repite por puro efecto estético, repite con elegancia, casi sin que nos demos cuenta. Así repite Montalbetti:
El canto de las aves (Apolo Cupisnique, 2012)
el canto de las aves escondidas en el follaje apenas alcanza las tres sílabas
luego silencio
luego otra vez alcanza las tres sílabas luego silencio
es la forma que tienen las aves de no decir nadaluego otra vez
tres sílabas luego silencio y luego otra vezes el canto de las aves escondidas en el follaje de los ficus
tres sílabas silencio otra vez
es la forma que tienen las avesde no decir nada
tres sílabas silencio tres sílabas
pero el cantoes hermoso y se repite regularmente al atardecery luego otra vez y luego otra vezy no dice nada
En El canto de las aves no aparece una palabra o una frase que se repita al unísono desde el principio al fin. Sino que va variando entre “el canto de las aves”, “luego silencio” y “luego otra vez” que genera un efecto estético e impredecible. No hay mensaje, no nos está diciendo nada pero a la vez nos está mostrando el mundo. Nuestros sentidos pueden recordar y sentir ese canto mientras uno va leyendo sin la necesidad de reforzar un concepto o una palabra.
Como en la música, Montalbetti nos muestra que el silencio es tan importante como el sonido. Al fin de cuentas el silencio es una construcción y no solo transmite emociones de un momento irrepetible sino que también tiene un efecto estético. El lenguaje sólo puede transmitir algo si hay silencio. Es ahí donde hay un borde, un límite que nos restringe. La obsesión de Montalbetti está en cómo se comunican las personas con ese vehículo llamado lenguaje:
Disculpe ¿es aquí la tabaquería? (El lenguaje es un revólver para dos, 2008) Nadie dice todo. Nadie dice nada.Lo deseable es decir poquísimo.Callar no es más radical.Callar es como raparse la cabeza:el pelo vuelve a crecer.Pero decir poquísimo, decir lo mínimo que uno puede decir,eso es lo que nos permite decir algo.
En este poema hay un deseo, la economía del lenguaje en función de decir algo sustancial. Pero todos hablamos demás y callar es imposible. Somos seres sociables, nos gusta encontrarnos, vernos, hablar, conectarnos con el otro. A veces por decir de más, herimos. A veces, hacemos reír. El lanzamiento de Lejos de mí decirles… nos ofrece un autor que paradójicamente tiene muchos recursos y dice mucho con muy poco.